jueves, 9 de diciembre de 2010

Dale limosna mujer...


Dale limosna mujer que no hay pena más grande que la de ser ciego en Granada. Ya lo decía Lorca y cuanta razón tenía pues mis ojos pudieron contemplar dicha belleza en estos días de acueducto festivo que nos ha deparado el mes de diciembre.
Antes de que se abalancen sobre mi he de aclarar que en efecto fui afortunado y tras el caos aeroportuario finalmente pude gozar de unos días en tan linda ciudad, no obstante también debo aclarar que el des-controlado fenómeno me hizo perder un día de vacaciones así como la posibilidad de pasear por los jardines de La Alhambra. Como todo hijo de vecino también yo me acordé en caliente de la salud y familiares de los des-controlados controladores aéreos.
Des-controlados por su falta de empatía con el trabajador que ansiaba tales días, por la falta de responsabilidad al bloquear los sueños, las necesidades y las emociones de miles y miles de personas. Des-controlados por transformar un acueducto de ensueño en un puente maltrecho que desplomó cada vagón del tren más esperado del año. Pero sobretodo, des-controlados por abalanzarse en masa sobre un zanja muy bien puesta.
No estoy en sus cabezas pero creo que se lanzaron de lleno a una corriente térmica de la que no vieron manera de escapar. Cuando dejaron sus puestos, los aviones dejaron de volar, ellos en cambio comenzaron a volar y volar en espiral sin saber como escapar de tal ciclón aéreo, sabiendo además que el accidente iba a ser mortal.
Aparte del colapso aéreo llegó también el colapso mediático. Tras poner el gobierno el agua a calentar sólo esperaron a que el des-controlado echara los polvos mágicos de la debacle. Aeropuertos de todo el país, zonas liminales por excelencia, en donde cada cual pierde su identidad, en donde cada cual sólo es un número de vuelo y una tarjeta de embarque. Donde se juntan miles de personas sin trabajo alguno, sin identidad y en el trance de una espera que nadie tiene la certeza de su durada. Este es el escenario perfecto de cualquier ritual que se precie. La zona de tránsito de un lugar a otro, la zona de tránsito de tu vida a la otra.
Piensen ustedes las consecuencias de romper o quebrar cualquier ritual justo en su punto más latente donde se juntan emociones pasadas y futuras. Donde se alberga el olvido de mi anterior condición y la adquisición de la nueva. Eso es, miles y miles de zombies en estado de trance que deambulan por un vastísimo espacio sin forma alguna reconocible, sin un decorado al que agarrarse. Enviar para allá a las cámaras es algo inmediato, beneficioso y muy pero que muy productivo para algunos.

Por eso no me cuesta decir que me dan pena los des-controlados, ya que nadie se mete en una espiral de esa magnitud sin una buena causa. Es más, pienso que todos tenemos cierto derecho a des-controlarnos, empezando porque ciertos privilegiados parecen sí tenerlo, y a los que dan fe de ello les ponen el cartel de busca y captura. Que se lo pregunten a Julian Assange.
Podemos pedir la cabeza de todo controlador aéreo que se precie, pero me encantaría que también se pidiera la de aquél corrupto que se queda con los cien euros que a mi me quitan, la de aquél otro jeta que se pagó sus viajes a todo trapo, sus copiosas y excelentes comidas y a buen seguro sus burdeles.
Cobren lo que cobren, que no lo sé pues sólo escuché una versión, no son los controladores los que me aprietan la clavijas diariamente. Quizá sería momento de no pedir tanta cabellera y reflexionar más acerca de por qué ansío esas vacaciones. Nada tengo que decirle a quién sufrió otro tipo de calamidades pues no estoy en situación de pedirle entendimiento y él tampoco de pensar, suficiente tiene con sufrir, sólo puedo decirle lo siento. Pero buena parte de la dureza de la vida no nos la ha impuesto un vuelo de más o de menos, nos la ha impuesto tanta globalidad financiera atroz des-controlada, que fuerza a volar como zombis a muchos y permite volar en jet privado a unos pocos.

Sin duda me estaré creando enemigos defendiendo a tales cowboys cuyas cabezas deberían decorar el monumento erigido para conmemorar nuestro primer estado de alarma. También me da pena, y es que en lugar de pensar que tenemos un objetivo común, vivir mejor, y que por ello podríamos luchar, caemos una y otra vez en la mayor trampa de nuestros estados modernos.
Excelentes maestros de la parafernalia y el teatro disponen los guiones perfectos para la confrontación colectiva. Enfrentar mis intereses con los tuyos es lo más sencillo que existe. Una imagen por aquí y una cifra por allá e voilà. Desatomizados y convertidos en lobos más pendientes de devolver la dentellada que de curarse la herida cuyo dolor nubla la visión. Tanto grito alrededor de la montaña de calaveras no nos deja escuchar tan antigua y célebre frase como es divide y vencerás.

Se equivocaron en las formas y el momento, se des-controlaron, ahora bien, quién de ustedes no ha pensado un día en no acudir al trabajo, en vengarse de la administración que le oprime o simplemente en des-controlarse. Si rebanamos la cabeza de tanto des-controlado se acabó la prensa rosa, se acabaron gran parte de nuestros gobernantes, se acabó el caciquismo, se acabó el fútbol…y quien sabe si quedaría alguno en pie, quizá volverían los dinosaurios, no lo sé.
Otra opción sería dejar el machete a un lado y hacerlo todos por un día, no sólo controladores des-controlados, todos des-controlados, sin acudir a trabajar. Un día de debacle, aunque sólo sea para aclarar que todos somos controladores, o eso me dicen cuando voto. Aunque sólo sea para aclarar que hemos visto sus muchos días de debacle y uno tras otro lo permitimos. Aunque sólo sea para aclarar que los jetts también son nuestros y nosotros los controlamos.

Si seguimos ciegos en cualquier terminal, aunque sea la de Granada, danos limosna mujer…

viernes, 5 de noviembre de 2010

El terror no tiene forma. Esto es Halloween, Halloween, Halloween...


Donde yo vivo, es sagrada tradición para el día de todos los santos comer un delicioso dulce llamado panellet. Pastelerías y panaderías abarrotan sus vitrinas con tan emblemático y delicioso (y caro) producto. Sé de otros lugares donde se comen huesos de santo, buñuelos de viento e incluso se prepara el paladar para Navidad mediante un anticipo de pestiños. La gastronomía es uno de nuestros adornos favoritos para cualquier celebración que se preste, y como es normal, cuando la fiesta va de retirada las tripas pasan facturas.
Una vez recuperado del empacho, me encuentro con ganas de fijarme en una celebración que cada vez está más en auge y que comparte nuestro hábitat con las celebraciones anteriormente nombradas. Así pues, nuestros exquisitos panellets comparten ahora habitación con compañeros muy diferentes a ellos, como son las calabazas y los murciélagos de Halloween. Donde antes sólo abundaban miel y piñones ahora también cuelgan oscuras y tenebrosas telarañas.
Es razonable que moleste la llegada de un inquilino que comienza a ensuciarnos los rincones de nuestras golosas paredes y de ahí que entienda el enfado de algunos por tener que aceptar, decreto de nuestros caseros, tan espeluznante compañero de escaparate.
Comprendo su disgusto pero mi intención no es desahuciar a ese vampiro que nos llena el baño de sangre, ni tampoco a la pobre momia que nos deja un día sí y otro también sin papel higiénico. Ya he hablado en escritos anteriores sobre el poder de ciertos laboratorios de productos y dinero que por mandar, mandan hasta a los monstruos. Está claro que Halloween se ha convertido en otro acontecimiento propicio para gastar y convertirnos así en hombres lobo de postín. Incluso podemos creer que mi traje es mucho mejor que el de esos pobres licántropos apaleaos o chuchos callejeros que roban gallinas para alimentarse.
Independientemente de esa dosis capitalista presente en todo brebaje festivo, he de reconocer que, sin olvidarme de mis natas costumbres castañeras, me gusta cruzarme con esos diabólicos seres. Encarnar nuestros temores es una de las formas más eficaces con las que podemos desprendernos de nuestras pesadas angustias, así damos forma a lo que no lo tiene, pues como refleja el clásico cinematográfico, el terror no tiene forma.

Halloween fue en su origen una tradición celta que celebraba el final de la cosecha y el comienzo de la estación oscura, entonces la separación entre el mundo terrenal y el sobrenatural era más confusa que nunca y el temor de extrañas visitas se hacía patente. Urge pues vestirse adecuadamente y preparar una mayoritaria bienvenida para que el extraño no pase desapercibido. El baile de máscaras hace más amigable a ese rostro oscuro que no logramos reconocer en soledad.

Dicha tradición fue variando con los tiempos y la historia, y tras un buen tratado de laboratorio se ha convertido en la más grande fiesta de palacio, donde se reúnen todos los monstruos del condado. Personajes y supersticiones de diferentes lugares como el vampiro, el hombre lobo o cualquier otra enmascarada encarnación del mal como Jason, Michael Myers o incluso Hannibal Lecter, coreografían la fiesta de Halloween.
Todos ellos tienen sus particularidades y sus víctimas preferentes, pero todos ellos guardan un objetivo común, el mismo que los celtas tenían en su originaria fiesta y el mismo que pudiera acontecer en cualquier otro lugar y época. Como el anillo que los gobierna a todos, también estos mitos obedecen a una máxima, defenderse de la otredad, esa desconocida que nos abruma con su rostro de carne muerta, aquello que es diferente a mi y que por tanto no se de que extraña dimensión proviene.
La mayor maldición de un vampiro es su soledad, su condena a vivir eternamente entre los humanos sin serlo, desprovisto pues de su condición social y su humanidad vaga en la noche alimentándose de nuestra vitae social, de nuestra sangre y por tanto de nuestro linaje. Condenado a ser temido, condenado a ser terror desconocido.
El hombre lobo representa a la naturaleza más salvaje y animal, las fauces de un lobo descontrolado que no recuerda su humanidad atacan bajo el mandato de la cara triste de la luna. Al amanecer despierta sin recuerdo alguno pero con una desoladora certeza. Condenado a ser temido y a ser terror desconocido.
La calabaza de Halloween, o mejor, Jack O Lantern, cuyos trucos con el diablo le salvaron del infierno pero no de algo aún peor. No tener lugar alguno de muerte, ya sea cielo o infierno, le fuerza a vagar como un granjero errante. Sin alma, sujeta su calabaza hueca donde prenden eternamente las brasas del infierno. La gente huye y clama la llegada de un espectro que porta una luz aterradora. Pobre granjero burlón, condenado a ser temido y a ser terror desconocido.
Así podríamos seguir añadiendo a todos los monstruos que se nos ocurran y en todos ellos encontraríamos la misma premisa cinematográfica, el terror no tiene forma.
Y por ello se la damos nosotros, imitando sus máscaras e intuyendo sus vestimentas.

Lo curioso de nuestros tiempos modernos es la facilidad con que representamos el baile de los monstruos, el cariz de nuestro Halloween empieza a parecerse más a una orgía de mazmorras que a un baile de máscaras por la corte de palacio. Nuestros clásicos temores están perdiendo fuerza e incluso disfrutamos con ellos. No es extraño encontrarse con quien idolatra a ciertos clásicos del terror, despojándole por tanto de su capacidad para producir miedo en el hombre. La naturaleza en frenesí cada vez tiene menos cabida en nuestro mundo urbano, donde el temor por lobos y murciélagos parece extinguirse (no en algunos puntos donde aún acuden jabalíes).
Hemos volteado a Drácula y hemos sacudido su alma atroz, aquél temor que le construyó un día. Ahora es sólo un disfraz y sus cortes nos sirven para vestir nuestros modernos miedos. Inestables, fugaces, omnipresentes e instantáneas angustias. Bien pensado, que mejor forma que vestir de Drácula a lo que no podemos catalogar ni describir.
Los lobos apaleaos que roban gallinas saben que el granero se está cayendo, saben que se acerca el granjero burlón y se la va a jugar. Conseguir un disfraz de fiero hombre lobo y montar una orgía de monstruos en las mazmorras parece un buen método de olvidar lo que afuera acontece, extraña aureola de inciertos fenómenos que me paran el hálito….
Espero hayan tenido un feliz Halloween y que este les haya proporcionado la más sangrienta felicidad, necesaria en todo ser humano, para mirar al frente por la rambla de desconocidos que vienen y van con paso firme.

domingo, 17 de octubre de 2010

Que no lo separe el hombre


Aprovechar un día festivo para comerte un pollo asado junto a aquellos que uno aprecia es una práctica saludable y la mar de provechosa, pues raro es despedirse de tales reuniones con el zurrón vacío.
Alguien a quien aprecio, en plena zozobra de sobremesa mostró cierta sorpresa (y es que hoy día es difícil sorprenderse en demasía) por el impacto mediático que está teniendo el suceso de los mineros chilenos. También recuerdo como el comentario dio poco de sí pues la zozobra nos tenía amaniatados, pero de vuelta a casa y con el viento otoñal aflojándole a uno las manillas, sentí la inquietud del zurrón en el que ya se maceraba tal comentario.
No quisiera quitar dramatismo a la desdicha sufrida por tales mineros y sus familias, pero nadie negará que desdichas de igual magnitud y mucho peores ocurren a diario y acaban pereciendo sin ser vistas. ¿De qué depende pues que un suceso se convierta o no en un globo sonda?
Dar una respuesta completa y veraz requeriría de un estudio casi inabarcable, y es que cada acontecimiento dado tendría que ponerse en relación a la cantidad de factores, intereses y juegos de poder que se dan en este mundo nuestro en el que ya no hay ni tiempo ni espacio. A pesar de todo, la búsqueda de significados en esa doble realidad mediática en la que todos vivimos es también otra práctica saludable,
Chile es uno de esos estados que predica con fervor la unidad nacional, el sentimiento chileno es sólo uno y por tanto poderoso, además, tal conciencia de país va muy acompañada de la fe por Dios, que salvaguarda sus llanuras y las llamas que por ellas campan. Ni una ni dos son las veces que habrán podido escuchar o leer al presidente Sebastián Piñera afirmar que con la ayuda de Dios nada puede salir mal.
Este es un discurso que buena parte de los chilenos tienen aprendido y así lo demuestran erigiendo en pleno desierto de Atacama el campamento Esperanza, donde como en cualquier otra religión la esperanza de todos es la esperanza de cada cual. La comunidad Esperanza se prepara para el ritual y como si de un entierro se tratase rezan juntos a sus santos y vírgenes por el alma de sus familiares enterrados. Velar a nuestros seres queridos es una práctica sagrada, pero en este velatorio de Esperanza, algo no sigue el curso que debiera, pues no hay muertos pero sí enterrados.
Enterrar a alguien vivo nos conmociona enormemente pues se truncan unos límites que tenemos como dogma. Vida y muerte, cielo y tierra se entremezclan y tambalean los pilares que nos sostienen. Un estado como el chileno, bajo tutela divina, no puede permitirse el lujo de tal daño moral pues las verdades que promulga corren peligro de debilitarse. El estado Chileno en jaque y los medios informativos, que saben mucho de esto, obtienen el caldo de cultivo perfecto para expandir, más allá de los océanos, todos los pormenores del extraño ritual, de la verdad truncada. Quizá en el futuro sepamos cuales eran sus intenciones ante tal despliegue.
Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre. No hablamos de catástrofes naturales ni de ese tipo de desgracias con las que uno se cuestiona acerca de la justicia divina. En este caso la desgracia no viene marcada por los designios de la fe, viene marcada por un agente concreto, aquél que no se preocupó cuando pudo. Chile no se podía permitir un rescate fallido, pues los chilenos se encontraban atrapados bajo tierra a causa de una mala gestión política chilena (pésimas condiciones de trabajo, mina en mal estado, y demás taras sin importancia, hasta ahora).
Campamento esperanza señala al sepulturero de vivos a través de las pantallas del mundo. Cualquier medio pues era necesario, aunque costase una fortuna y aunque con esa fortuna se pueda alimentar bastantes más de 33 bocas.
La verdad sagrada debe ser protegida por el bien de la nación y los mineros vivos tenían que volver al lugar que les corresponde. Empieza el rescate.
Otro ritual se pone en marcha. Gente anónima que inicia bajo tierra su particular rito de paso. Al más puro estilo druida, se aíslan de los suyos para resurgir como líderes, como sabios profetas. Gente anónima que aguarda en su encierro para volver a ver la luz, ya con un nombre, con una edad, ya como un héroe para todos. Jimmy Sánchez se enterró como niño y salió como hombre. Cada plano, cada minuto del aclamado directo nos transforma el lugar. Donde tanta aridez lo silenciaba todo, ahora retruena el clamor y la conmoción colectiva, los focos se encienden y apuntan la llegada de sus héroes.
Pero en Mad City las cosas son y no son según el instantáneo capricho de cada plano. En pocos días los héroes iluminados tras largo tiempo de tinieblas volverán al anonimato. Del estrellato al eclipse, pero esta vez sin público, esta vez el rito de paso lo realizarán en soledad, sin la fuerza de su comunidad ni de los focos, con lo que ello comporta. Campamento Esperanza volverá a ser un desierto lejano y sus héroes volverán a mal trabajar por sobrevivir.
No he dicho nada nuevo, tampoco he demostrado nada que no supieran, no era mi intención, ya se lo advertí. Pero evocar lo que uno arrincona en su mente, abstraernos de nuestra realidad virtual y reflexionar sobre ella, es también una buena práctica, como lo es juntarse un día festivo para comerte un pollo con aquellos que uno aprecia. A buen seguro que algo te llevarás en el zurrón.

domingo, 26 de septiembre de 2010

UN PASEO EN TIERRA DE NADIE


Me encuentro en una tierra de nadie donde nadie somos todos. A punto ya de alcanzar el éxtasis de mis andaduras por tal lugar, despierto, y lo hago en una tierra hostil, donde nadie somos nadie. Cada cual tendrá sus sueños, utopías lejanas a nuestra realidad que mantienen viva la idea de que todo cambio es posible, pero llegar tan lejos es hoy por hoy irrealizable y por tanto una utopía.
Agradezco al despotismo que impera y rige nuestras vidas el esfuerzo incansable de despertarme día tras día de mis sueños. Concretamente hoy, centraré mis plegarias en el nosequenúmero (por usar la numerología en auge) del clan de los déspotas, representate del nosequenúmero del clan de las madres patria que tanto bien le hacen a nuestra tierra hostil.
Gracias Sarkozy, hoy te vanagloriamos por mantener a Francia en perfecta armonía con nuestra tierra hostil. ¿Quién dijo un día que la cultura no debe ser exclusivamente francesa, inglesa o alemana sino plural, mestiza y bastarda producto del contacto entre horizontes lejanos?. Un demonio que desprestigia a nuestro pueblo, región, nación, estado, país y patria de tal manera, o bien es gitano, o bien el demonio, quizá ambas cosas, deportémosle pues.
A pesar de que los pueblos siempre han estado en movimiento y sus culturas en contacto, sigue uno creyendo que su cultura es producto de un legado histórico único, sólido e inalterable. Sin ofender a nadie, tales límites culturales, envuelven un paquete sorpresa en oferta donde todo lo interesante cabe y lo desechable queda fuera del envoltorio. A priori me parece una oferta sospechosa.
La tierra hostil y sus madres patria revolucionaron el mundo abriendo sus fronteras al dinero. Negocios y empresarios pueden decir abiertamente (y acertadamente) que se mueven en tierra de nadie. Para ellos mi sueño es una realidad. Pero las madres patria sólo han sacado del pack en oferta al sistema monetario. En otras palabras: negocios globales pero políticas locales. ¿Cómo se compagina eso? De momento no se hace, echemos un vistazo sino a las nefastas e ineficaces políticas de inmigración de nuestras madres patria.
Lo barato acaba saliendo caro, y así ha pasado con el paquete cultural en oferta, la ecuación es bien sencilla, sacamos el dinero del paquete ¿y qué nos queda? Una amalgama de gente que lucha por sobrevivir y una cultura sin recursos. Los movimientos sociales aumentan día a día y cada vez más fragmentados. Así pues la vía más eficaz por sentirse alguien en tierra hostil es apelar al sentimiento étnico, a la raza y a ese legado histórico que es el único derecho que se mantiene estanco desde nuestro nacimiento. Nuestra lucha por la supervivencia deja de centrarse en el dinero (pues hace tiempo que no lo vemos) y de manera sutil se transforma en una defensa a ultranza por mi moralidad, frente a la del otro.
Qué paradoja tan fascinante, puedo comprar desde mi casa pero esta es mi tierra, puedo hablar con la otra punta del mundo pero esta es mi tierra, los datos de mi vida al servicio de todo el planeta pero esta es mi tierra. Empieza así el conflicto del extranjero que me quita el puesto de trabajo, el extranjero que me quita a los médicos y el extranjero que no me deja dormir.
Bajo mi punto de vista estamos ante dos aspectos que nada tienen que ver con el extranjero, por un lado, somos demasiados sin dinero y sin recursos (no olvidemos que educación, sanidad y todo aquello destinado al verdadero bien para el pueblo es en lo que menos se invierte); por otro lado, hablamos de problemas de convivencia que nuestras autoridades no resuelven por ser este un delito que da pocos ingresos, o quizá mejor, por ser este un delito que no existe para el déspota.
Nuestras madres patria decoran la tierra hostil con guirnaldas de colores y nos escenifican nuestra cara más humana. Bajo el muérdago navideño platican y platican sobre lo mal que va el mundo, el hambre que hay, la violencia y tantos otros males. Lloran por el mundo que ven. Dura poco desgraciadamente. Los títulos de crédito del Santa Claus que volvía a la carga, nos muestran la otra cara, la más antihumana. Aquélla cuya obsesión por lo que es suyo nos mantiene impertérritos ante su repentina huida, un año más, del pobre Santa Claus. Y sus renos se alejan más cojos si cabe que el año anterior.
Ideales extremos como la xenofobia ganan fuerza vertiginosamente en la tierra hostil. El pueblo harto de aguantar, centra su miseria y el exceso de paupérrima población en aspectos raciales, pues eso le vende el paquete en oferta. Señor Sarkozy, ¿acaso le han molestado a usted los gitanos?. ¿Han invadido su palacete residencial?. Pero que bien se lo pasa usted vendiendo esa mística de lo regional, de lo auténtico y genuino.
Encuentro una cosa buena de sus utópicas guirnaldas, nuestros Derechos Universales, recordatorio por excelencia de males pasados, que empezaron como una utopía y acabaron siendo verdad. Crímenes similares siguen vigentes hoy día en nombre de la sangre azul (o elija usted su color). La guirnalda es bonita pero sólo cuelga y decora.
¡Nosequenumeros del clan despótico del clan de las madres patria! he encontrado la tara de su paquete cultural en oferta. La globalización empresarial no encaja bien con la fidelidad nacional que promulgan, así pues, las chimeneas se pueden volver a encender si no deciden rápido cual de los dos caminos seguir, o como compaginarlos mejor.
Paso pues de abrir su paquete, por bonito que esté envuelto, prefiero volver a dormir y volver a soñar en la tierra de nadie, donde nadie somos todos. A todo déspota que se precie: “Please don’t disturb”.

lunes, 6 de septiembre de 2010

LA VUELTA AL COLE, El Corte Inglés dixit


Una vez transcurrida gran parte de las vacaciones, justo cuando mente y cuerpo casi tocan ese glorioso cántico de mens sana in corpore sano es precisamente cuando uno se da cuenta de que lo máximo que llegará a tocar, y por ello deberá sentirse afortunado, es ese no tan glorioso cántico de mens sana in corpore tullido.
Recuerdo mis años en la escuela, en el instituto, en la facultad y también los años actuales en los que me gano la ración de pan, (y por ello deberé sentirme afortunado), en los cuales, sin excepción que recuerde, por allá los últimos diez días de agosto, una característica sensación se apodera de mi. Unos lo llaman depresión post-vacacional pero yo prefiero llamarlo la naturalización de nuestros cuerpos tullidos, pues eso de depresión me suena a la enfermedad de cada cual y prefiero pensar que el fin de las vacaciones es algo que nos afecta a la gran mayoría.
Alguien pudiera pensar que soy de visión pesimista, pues diez días es todavía un margen amplio para seguir disfrutando, y cierto es. No obstante, a pesar de mis intentos por evadirme de ese verano que empieza a palidecer, en algún momento u otro pescaba un legendario anuncio que se empeñaba en convencerme de lo contrario: El Corte Inglés y la vuelta al cole. ¿Alguien se acuerda de cuando empezaba tal eminencia británica a soplarnos el fin de las vacaciones? Pues eso, un 20 de agosto.
El Corte Inglés y el Carrefour copaban pues los sermones del buen hábito pero con el pasar de los años y las diferentes etapas se fueron añadiendo a tan tortuosa disciplina otros muchos negocios, hasta el punto de que hoy día es del todo imposible no cruzarse con catálogos del Media Markt, Pc City, Decathlon, Abacus, la óptica cual y la zapatería pascual (y la hamburguesa del nuevo curso!) Y eso por no mencionar a los medios informativos que sistemáticamente, y casi con calcadas noticias año tras año, nos recuerda que la última sombrilla está a punto de cerrarse.
Toda esta campaña utiliza siempre amables frases (en las que figura la terminología jovial de: cole, tus estudios, nuevo curso….) y llenas de energía cuya misión parece la de alentar al conjunto de individuos en su vuelta a la rutina, y en efecto, poco a poco van despertando así la conciencia colectiva de esa vuelta al cole. Aunque de todo esto se desprende cierto tufillo a encandilamiento, para empezar porque las rutinas de cada adulto poco tienen que ver con la ilusión de un primer día en la clase con tus compis, donde la única responsabilidad, es aguantar el bocata con una mano y parar con la otra ese penalti injusto que decretó el mafioso de la clase.
Tras cada eslogan de preparación para el nuevo curso en realidad se esconde el más importante engranaje de nuestro sistema social, el consumo. Parece que uno no pueda aprender sin una mochila nueva (y siempre con ruedas), zapatillas nuevas, chándal nuevo, ordenador nuevo, gafas nuevas, libros nuevos (la mitad de los cuales nunca se acaban y cada septiembre forman ya parte del polvo olvidado), estuche nuevo (roto al tercer día), cazadora nueva, muebles nuevos, tele nueva, móvil nuevo (que sea touch por dios) y un largo etcétera de todo nuevo. Algunos de estos productos (que no todos) pueden ser necesarios, en especial para los niños en edad de crecimiento, pero no para el adulto que tras ese largo etcétera no busca sino llenar ese vacío que a uno le causa ver la arena de la playa mojada, fría y solitaria.
Cuando el curso llega a su fin, uno siente más que nunca lo de mens sana (o ya no tanto) in corpore tullido y en lo único que piensa es en una conveniente desconexión que funcione a modo de lavativa, pues el intenso ciclo productivo que marca nuestro mundo de consumo así lo requiere, en caso contrario nuestros tullidos cuerpos estarían directamente muertos, y eso tampoco conviene, pues un cuerpo inerte no puede comprar (tiempo al tiempo).
Una vez llegado el presente curso la sociedad de consumo nos recuerda, como siempre hace, que ha llegado el momento de renovar nuestras ilusiones. Si en algo se caracterizan nuestras sociedades es en la inmediatez y la enorme variabilidad de nuestras opciones, en continua búsqueda de un concepto prometido que nunca llega, la felicidad. Así pues, la mochila del año pasado es vieja y no tiene ruedas, con lo que si quieres seguir en esa búsqueda debes adquirir una nueva. Pensad sino en las colecciones que tan esplendorosamente se anuncian en septiembre y tan cansinamente desaparecen de nuestros kioscos no empezado aún el mes de octubre.
Cada nuevo ciclo todos buscamos una renovación de hábitos, ideales, formaciones, profesiones e ilusiones, pero sólo unos pocos consiguen de verdad dicho cambio, no obstante ni nosotros cesamos en la búsqueda ni cesan los quioscos en ofrecernos coleccionables que jamás terminaremos, eso sí, por el hecho de requerir una perseverancia, resulta un reclamo de lo más apropiado para colaborar en nuestra reubicación y aceptación del rol que nos toca, que no es otro que destrozar nuestros cuerpos produciendo y liberar nuestras mentes comprando.

Nuestras sociedades de consumo funcionan pues, en términos generales, como el propio curso escolar, y tal como las energías de un niño se renuevan a cada recreo, también las nuestras se renuevan cada final de agosto. Hastiados al final de cada temporada pasamos por el periodo vacacional con el letargo propio de las marmotas y nuestro consumo (que nunca para) se centra entonces en comer bien, dormir bien y en casos excepcionales bien leer. Asimismo la tele, la radio, la prensa, la liga, las series, los políticos, los proyectos y las ilusiones se recogen en la madriguera, dejando viejo todo aquello pasado, aunque aún sirva, pues debe ser renovado nuevamente con el final de tan apacible letargo. Nueva actualidad, nuevos productos, nuevas compras y una nueva búsqueda.

Nadie debe tener miedo a quedarse dormido, El Corte Inglés aguarda pacientemente a la salida de nuestros refugios y cada 20 de agosto picará nuestra puerta, y como ese comercial pesado al que no abres la primera vez, tarde o temprano te hará sacar tu lindo hocico de la madriguera.

miércoles, 23 de junio de 2010

El fútbol es el opio del pueblo. VIVA EL MUNDIAL!!!!


El ser humano tiene (no siempre) la capacidad de comunicarse con el prójimo y dicha capacidad la utiliza frecuentemente para, simplemente, pasar el rato charlando. Curioso hábito en el que de repente cualquiera se pone una toga, coge una tiza o viste chándal de entrenador, pero lo que más admiro de dichas charlas es la necesidad que tenemos de generar siempre dos bandos de opinión. ¿Quién no ha ejercido de abogado del diablo con lo divertido que es?, por otro lado sin un abogado maldito en la mesa, en la barra o en el parque, la charla da para poco.
En tales tejemanejes entre el blanco y el negro se dan cabida todo tipo de temáticas según los tiempos y la imperiosa actualidad, pero estaremos de acuerdo en que existen ciertos asuntos tradicionales que siempre uno está a punto para conversar sobre ellos, ¿y por qué no?, así pasamos el rato. Como decía en mi escrito anterior el fútbol es uno de ellos.
Antes de enfrentarnos y defender nuestros colores, les diré que también es frecuente encontrarse al maldito abogado que viste de aficionado al ping-pong. Girando la cabeza de un lado a otro atiende al cuerpo a cuerpo en silencio hasta que suelta la célebre frase: el fútbol es el opio del pueblo; touché, el silencio es entonces general, pues nadie puede ponerlo en duda. La irracionalidad de nuestra lucha nos hace musitar una aceptación que sin embargo no durará mucho, pues es tanta la gana de argumentar, luchar y machacar al otro de forma irracional y apasionada que tal reconocimiento al diablo aficionado al pin-pong dura un instante, tanto como dura musitar un es cierto.
Sí le diría al diablo aficionado al ping-pong que lo verdaderamente interesante es intentar comprender la naturaleza del opio fútbol y porque las masas se enganchan a él. Quizá también debiera preguntarse si es el único opio que tiene el pueblo, a mi me viene a la cabeza esta otra frase la religión es el opio del pueblo.

El fútbol en sí no es ningún opio, somos nosotros quiénes con nuestros hábitos y relaciones le dotamos de la forma apropiada para ser consumido, así nos brinda lo que buscamos de él, una irracionalidad apasionada. Un fervor incluso místico que podría recordarme a cualquier religión, y recuerdo muy bien ciertos lugares como verdaderos santuarios que sólo se diferencian en que en unos cuelgan crucifijos e imágenes del Señor y en los otros bufandas, banderas e imágenes de las leyendas del equipo en cuestión.
Algunos piensan que en nuestro mundo global y de consumo cada vez tiene menos cabida la práctica religiosa, aunque no creo que sea así pues la necesidad de experiencias religiosas sigue siendo la misma. Todos nosotros seguimos buscando la magia de nuestros rituales para aliviar nuestros pesares de la vida que sigue sin estar bajo control.
Otra cosa distinta es que su formato y dinámica haya cambiado, como ha cambiado el mundo, un mundo líquido que nada considera cierto para siempre, lo que ayer era verdad hoy ya no lo es, y que fluctúa en un mar planetario de relaciones sociales donde interviene el encuentro transnacional, el móvil, internet, la tele, la radio y el gps.
Los dioses atemporales han envejecido repentinamente y se buscan dioses de moda, casi a diario colocamos la preciosa copa en manos de los nuevos emperadores, pero éstos son como el árbol caduco, aunque su tiempo de renovación es del todo imprevisible.
Con lo cual el fútbol es vendido tal y como se puede consumir hoy día, esto es, magnificando y engalanando a sus dioses o héroes que por otro lado son también tremendamente inestables en el tiempo, lo que ayer era un crack hoy es un proscrito. Pero no importa pues la máquina de fabricar cracks futbolísticos está asegurada, basta con que en los diferentes rincones del planeta nazca alguien que sepa jugar muy bien, el traje ya se lo elegimos nosotros.
¿Por qué el fútbol y no otros deportes más nobles?, le diría al maldito abogado que parece lógico pensar que son los países mal llamados desarrollados los que manufacturan sus productos tradicionales transformándolo en el opio deseado. El fútbol en Europa se exporta hacia los confines del mercado y el fútbol americano o basket en América del Norte también hace lo propio, además, es difícil pensar que el pin-pong pueda tener el mismo calado en nuestra sociedad ya que no hay nadie con tanto poder para su tratado de laboratorio y su posterior venta al mundo, aunque todo se andará, quizá lo que hoy es fútbol mañana sea ping-pong. ¿No será entonces un opio igual?. Y que me dice el maldito abogado de este otro deporte urbano, ir de compras, ¿no es también el opio para el pueblo?.
Anteriormente cada día era el santo de muchos y ahora muchos santifican el agua, la paz, el hambre, la luz,……..en resumidas cuentas el día mundial del opio.
El opio del fútbol puede ser utilizado para escapar al horror vacui, aunque también podríamos pensar que ese horror es injustificado ya que así es como somos y funcionamos. Todo el mundo se llena con su opio, llámese religión, llámese fútbol, llámese cualquier otra cosa, es simplemente un hecho social como cualquier otro.

Estamos en días de mundiales, y se nos brinda la oportunidad perfecta de enfrentarnos pacíficamente pero de forma irracional y apasionada contra otras naciones. La magia de España contra la magia de Brasil, la de Ghana contra la de Inglaterra, reírnos de sus técnicas, de sus brujos, de sus héroes y aclamar a los nuestros, o bien llorar juntos la desdicha del héroe que pronto se convertirá en proscrito. Piensen en Sarkozy dirigiendo unas amistosas palabras a los jugadores de la selección francesa.
El mundo se centra en la disputa, ¿quién acabará campeón? tal expectativa nos hace sentir miembros de todo el planeta, por eso un mundial, es la máxima expresión deportiva (los dioses del Olimpo se preparan) de nuestras diferencias pero también de nuestra humanidad que impregna al planeta entero.

-Así se acaba nuestra charla, fue un placer arreglar el mundo contigo pero me tengo que marchar, el partido está a punto de empezar y no quisiera perderme el primer gol de mi equipo.- Dije mientras pagaba la ronda
-No es mi caso ya que nunca engancho un partido de ping-pong por la tele.- Me comenta el maldito abogado aficionado al ping-pong.

miércoles, 9 de junio de 2010

LA CRISIS. EL DECORADO DE DON DINERO


A poco que uno haya orientado su parabólica hacia cualquier conversación acontecida en bares u otros lugares de encuentro, seguramente la palabra que más habrá escuchado es Messi, Cristiano Ronaldo, partidazo, y similares jergas propias del mundo del balompié. Algo a lo que sin duda estamos más que habituados, pues como enorme fenómeno social que es, también participamos de él. No obstante en tales tertulias, a ese amado y caprichoso balón le salió, rondará ya el par de años, un potente competidor:La crisis



En el café de cada mañana los diálogos son algo parecido a lo que sigue:

-Crisis parriba

-Crisis pabajo

(sorbo de café y algún espabilado de algo más)

-Zapatero parriba

-Zapatero pabajo

(sorbo de café y me olvidaré del espabilao)

-PP poraquí

-PP lejosdeaquí

(último sorbo de café)

-Menudos chorizos, donde iremos a parar

-Amigo, la aventura es la aventura

(pago mi café, aquél paga lo suyo, y hasta mañana que el curro me llama)

Parecido al diálogo de una película en la que cada actor repite su parte, así concibo tales conversaciones acerca de La crisis. Podríamos incluso pensar en una versión cinematográfica al uso, cuyo título fuera LA CRISIS, apta sólo para mayores de dieciséis años y con posibilidad de estrenar saga tras saga (1,2,3,4,5….) así hasta convertirla en la gallina de los huevos de oro, con todo su merchandising y múltiples posibilidades comerciales entre tanto forofo y crisisólogo.

Si el famoso Gurb de Mendoza viniera a visitarnos, se quedaría estupefacto ante la solemnidad, ante la perfección en los efectos especiales, ante tan magnánimo espectáculo, pero también nos preguntaría: escucha una cosa ¿qué significa crisis?. Dudo que alguien fuera capaz de contestarle al momento, y quien más quien menos dedicaría unos momentos en darle vueltas tratando de encontrar una respuesta lo más concisa posible. Poneros a prueba y os daréis cuenta de que no resulta nada fácil, aunque siempre queda la opción de ofrecerle la siguiente respuesta basada en El Diccionario de La Real Academia Española: Mutación importante en el desarrollo de otros procesos, ya de orden físico, ya históricos o espirituales. Toma ya! El pobre Gurb está tragando saliva dificultosamente.

Dejemos a Gurb con sus espasmos y contestemos a la pregunta para darnos satisfacción a nosotros mismos. Demos una mirada al paisaje del pasado y observemos como sin crisis todo era un llano de amapolas. Se construía mucho para que cualquier individuo tuviera un acceso fácil a la vivienda, las hipotecas eran auténticas gangas, las subidas de sueldo provocaban euforia, las condiciones laborales mejoraban año tras año. Pero no sólo nuestra tierra era verde y floreada, también en otros continentes abundaba la bonanza, no había hambre, ni sed, ni suciedad, ni precariedad. En resumidas cuentas, no había de qué ni de quién preocuparse. Ahora bien, la crisis lo cambió todo no?

Es necesario un plan de austeridad, clama España, clama Europa y clama el Norte. Plan que consiste en recortes salariales y reformas laborales, es decir, tanto funcionarios como privados, de una forma u otra, van a sentir su diafragma ligeramente oprimido. Ante lo expuesto y ante tal recaudación de emergencia se me ocurre una nueva pregunta ¿Será ese dinero destinado a que pueda comer y beber el que no tiene, a que pueda entrar en un piso el que no tiene, a que pueda volver a oler las flores el que no tiene?

The end, hasta aquí llegó la sesión de cine.

Queridos espectadores, las luces se encendieron y LA CRISIS que vieron en sus pantallas no es lo que pensaban. En mi humilde opinión y por lo que puedo entender de tanta contaminación visual y acústica recibida, se reduce a algo así: una confianza más o menos certera de invertir (chachi eh?), de generar mercado, y cuánto más se invierta, más libre será dicho mercado (que no de reses), entonces la fractura en esos procesos, como dice el diccionario, provoca Crisis. La crisis real en cambio, la falta de pan, de trabajo y la falta de todo para muchos (demasiados), es consecuencia del afán por restablecer los procesos de la libre circulación. De esa forma sobrevuela nuestros campos, y sólo aquéllos que conocen su trayectoria, pues ellos se la dieron, pueden darle caza.

En 1949 Truman calificó a la mayor parte del mundo de subdesarrollada y estableció un ranking en el cual todas las naciones debatían y debaten por ser la que más dinero genera, en la que más invierten, la que más produce. Ese es el paisaje real, sobre esos llanos vuela más cómodo el mercado. En esa época se gestó la concepción actual de los Estados, unidades potentes y altamente desarrolladas, cuya obsesión por Don Dinero es tal, que empiezan a olvidarse de sus pueblos. Por nuestra parte, tantos años observando el paisaje de Don Dinero, tanta costumbre acumulada por morder la moneda de oro, traslada cierta inconsciencia en nuestros hábitos, y sin apenas cerciorarnos, le construimos a Don Dinero el decorado perfecto.

Nuestras leyes, nuestra realidad infinitamente fraccionada en actividades y aficciones mil, nuestra falta de tiempo y nuestras conversaciones, efectivamente forman parte de un guión escrito. Y aunque despotriquemos contra unos u otros, en realidad estamos afianzando el espectáculo, dando bombo al suspense y aplaudiendo a los padres de Don Dinero. Sus palabras son vacías pero las creemos, sus formas son ostentosas y recargadas pero nos entusiasman, nos roban con arte y jeta pero nos da igual. Tras el telón, mientras ellos en realidad gobiernan y mandan a Don Dinero, se oyen los aplausos por cada ingenioso plano y destello audiovisual.

No llamo a la heroicidad ni al magnicidio, pero es bueno no olvidar, que podemos ser un público difícil, quizá haya llegado el momento de dejar de aplaudir y empezar a sospechar que tras sus privilegiados trajes, se esconde el mismo látigo que cientos de años atrás tantos esclavos vieron venir de frente.

domingo, 6 de junio de 2010

LOST. LA TRIBU ENCUENTRA SU EDÉN

Lost, que no tiene destino ni lugar, perdido por la ausencia de moral. Es preciso tener en cuenta que tales carencias no son origen de uno mismo como individuo, más bien son el origen del individuo en relación a su sociedad, pues ésta es la que le califica de perdido. En este mismo saco podríamos ubicar todo aquello que consideramos anormal, cualidad que todos los protagonistas de la serie Lost albergaban en sus vidas, pues solos y aislados se encontraban, y en definitiva hablamos de lo mismo, a poco que pensemos. Fuera de las redes sociales, confinados en ellos mismos y perdidos, huían de una forma u otra hacia la nada, pues nada esperaban encontrar de su búsqueda. El Oceanic 815 representa ese empeño desesperado por encontrarse y encontrar por tanto el lugar deseado, aunque sea en las antípodas.

Pero el avión se estrella y entre muchos muertos, unos cuantos solitarios con el alma desgastada consiguen salir ilesos. Entre los cadáveres y el caos, todos forman un improvisado equipo que atendía, apoyaba y rescataba aquí y allá. Un renacido grupo que lucha por estabilizar el estado de xoc, y como todo grupo nombra a un líder, quién mejor que el médico y chamán, Jack, que sin quererlo se ve atrapado por el nuevo rumbo tribal de la isla. Kate, Sawyer, Hurley y los demás forman la tribu de los perdidos. Y Locke? Ausente, sorprendido por caminar, se abstrae y se llena de fe. Él si quiere ser líder, pues su fe y meticuloso estudio de los rituales de la isla así lo legitima.

Todos ellos se unen bajo el emblema de renacer y sobrevivir mientras esperan a ser rescatados, y eso no resulta difícil. Ahora bien, cuando tal esperanza desaparece, cada miembro del grupo se acuerda de que vivir con el alma gastada es un drama conocido. De sus experiencias pasadas sacan fuerzas por pasar página y forjar algo que no tiene forma ni color, pues nadie se la dio aún. La isla les desnuda de cualquier cosa conocida y lo que es más importante, les desnuda de todo pecado. Cada cual dejó su locura en tierra y se convirtieron en iguales, ¿una segunda oportunidad quizá?.

Pero el grupo es nuevo y débil, vivir en la isla dota de ese espíritu de supervivencia colectivo pero también de las relaciones que conlleva tal empresa. Las maneras de ser, las opiniones y los intereses de cada cual se entremezclan en el grupo, llevándole a situaciones de crisis. Además, por su inexperiencia y su falta de tiempo y costumbre, goza de dos cabezas, Lock y Jack, fe y razón, la isla divina gobierna al grupo o es el grupo quien gobierna ese pedazo de tierra en medio del Pacífico. Entre tal encrucijada se debaten los miembros del grupo, que van eligiendo a uno u otro en esa búsqueda por encontrar un alma nueva y definirse al fin. Dos druidas enfrentados sin Dios definido, uno por falta de conocimiento y el otro por falta de fe. Y todo por decidir.

Pecados capitales para el interés colectivo que actúan como el peor enemigo de todos ellos, pues fuerzan a cada cual a velar por sus intereses anteponiendo los del grupo. En cada prueba refuerzan su anterior vida o por el contrario se sienten solidarios y acompañados, pensemos sino en la gula de Hugo, escondiendo la comida, sólo para él. En la pereza de Charlie, cuya droga y pereza por vivir casi le aleja del amor, cosa que nunca antes tuvo. En el trío amoroso de Jack, Sawyer y Kate o en la ira de Sayid. La isla es ese escenario primario donde las sensaciones y emociones que tienen son puras, libres de coacción, de prejuicios. En esta isla, si estás sólo es porque eres un loco para todo ser humano, eres mal puro y así te condenarás.

Éste es el purgatorio, un lugar en el que las fuerzas están en equilibrio pues sólo así un alma que vaga entre dos mundos puede elegir por uno u otro con libertad, con lo cual la balanza debe estar siempre equilibrada. Supuestamente hablamos del bien y el mal, pero ¿qué establece lo que es bien o mal? Ellos mismos como grupo marcan sus normas y el que las sigue actúa por el bien. Los “otros”, la dharma y todo aquello que se les va apareciendo en la isla, es el enemigo, pues es desconocido y no es de los suyos. El hecho de que les llamen los “otros” señala sin duda la existencia de un grupo que empieza a establecer sus criterios acerca de lo que es sagrado y debe cumplirse. En los “otros” encuentran a quienes se escapan de su normalidad, y por tanto pasan a ser foco de maldad. Conforme va evolucionando la historia dentro de la isla, se endurecen sus luchas internas pero también se fortalecen sus límites como grupo. Fijaos sino en como muestran los entierros de cada muerto. Muchos quizá ni sepan porque están presentes en el entierro, pero ahí están, por estar con el grupo, por no romper con lo sagrado, para que no le vuelvan a aislar. Lo que digo se puede extraer de las palabras que Ben le dedica a Locke cuando lo entierra en la isla.

Locke, el chamán de la fe ha muerto, pero el grupo continúa, y a pesar de tanta desventura acontecida en seis temporadas adquiere su madurez cuando empieza a desvelarse la historia ancestral de Jacob y “el monstruo” y en especial cuando muestran sus roles en una isla mágica. La propia balanza de sus miserias y virtudes se encuentra físicamente bajo sus pies. Un mito hecho realidad. Así Jack se olvida de toda lucha por desvelar la razón y encontrar la fe, y sólo cree en conseguir lo mejor para el grupo, pues él nada tiene por conseguir. Escogiendo la opción de suceder a Jacob pretende salvar la isla y conseguir que el resto empiece una vida renovada.

El grupo le sigue y sin razones evidentes desconfían del “monstruo” pues también es desconocido, como los otros, pero además es ancestral y poderoso, como el mismo diablo. Jacob en cambio representa al Dios que deja libertad pero castiga con puño de hierro, pero Dios al fin y al cabo, alguien conocido y seguido por todos, su norma es la de todos. Ese Dios ha muerto y necesita sucesor y cuando Sawyer comenta en tono irónico acerca de Jack lo siguiente: “…Y decía que no tenía complejo de Dios”; en realidad lo está vanagloriando como al nuevo Dios.

Creo que en ese preciso momento todos ellos se acaban definiendo como grupo y se apoyan en unas reglas que, justificadas o no, son las suyas y son sagradas. Ayudar a Jack a matar al “monstruo” y salvar la isla. Le demuestran a la isla que el colectivo funciona y se podría decir que se eleva a su estado máximo de perfección, encuentran la comunión total entre el individuo y el colectivo ya que salvan la isla y cada cual encuentra su lugar: Sayid se redime de su ira matándose por el grupo al igual que Charlie lo hizo en su momento, Ben es nombrado número dos y se redime de su obsesión por la isla, y uno tras otro van encontrando su lugar, como los que logran escapar. Lo que Jack ve en su muerte es el paraíso social y el Edén de su tribu.

La isla existe como un purgatorio metafórico ya que en tal escenario se debaten las opciones y definiciones de los protagonistas, pero también se presenta como un purgatorio real, pues estamos en una isla mágica que actúa de visagra entre el mundo divino y el terrenal. En este punto es donde Desmond encaja, una reliquia humana que encuentran en las entrañas de una misteriosa escotilla. Es el objeto sagrado de la isla y el médium del grupo, con él los dos mundos pueden entrar en contacto y por eso es consciente de ambas realidades, con él los dos mundos se pueden unir. Sólo él podía abrir el tapón.

En ese momento el humo negro o “monstruo” puede huir al mundo de los humanos, pero a su vez también se humaniza, con lo que puede morir. Una vez muerto sólo queda salvar a la isla y al mundo, el cosmos divino debe ser separado del terrenal o ambos se destruirán irremediablemente. Jack sacrifica su vida para cerrar dicha puerta, pues él no es como Desmond, pero tampoco como los demás, su pecado es irreparable, su padre no volverá. Sin saberlo, no sólo salva a la isla de los perdidos y los susurros, sino que la deja nuevamente en equilibrio, transformándose en humo negro.

Pero que más da, su alma estaba perfectamente ubicada, estaba con los suyos y ya sólo quedaba dejarse ir.