domingo, 6 de junio de 2010

LOST. LA TRIBU ENCUENTRA SU EDÉN

Lost, que no tiene destino ni lugar, perdido por la ausencia de moral. Es preciso tener en cuenta que tales carencias no son origen de uno mismo como individuo, más bien son el origen del individuo en relación a su sociedad, pues ésta es la que le califica de perdido. En este mismo saco podríamos ubicar todo aquello que consideramos anormal, cualidad que todos los protagonistas de la serie Lost albergaban en sus vidas, pues solos y aislados se encontraban, y en definitiva hablamos de lo mismo, a poco que pensemos. Fuera de las redes sociales, confinados en ellos mismos y perdidos, huían de una forma u otra hacia la nada, pues nada esperaban encontrar de su búsqueda. El Oceanic 815 representa ese empeño desesperado por encontrarse y encontrar por tanto el lugar deseado, aunque sea en las antípodas.

Pero el avión se estrella y entre muchos muertos, unos cuantos solitarios con el alma desgastada consiguen salir ilesos. Entre los cadáveres y el caos, todos forman un improvisado equipo que atendía, apoyaba y rescataba aquí y allá. Un renacido grupo que lucha por estabilizar el estado de xoc, y como todo grupo nombra a un líder, quién mejor que el médico y chamán, Jack, que sin quererlo se ve atrapado por el nuevo rumbo tribal de la isla. Kate, Sawyer, Hurley y los demás forman la tribu de los perdidos. Y Locke? Ausente, sorprendido por caminar, se abstrae y se llena de fe. Él si quiere ser líder, pues su fe y meticuloso estudio de los rituales de la isla así lo legitima.

Todos ellos se unen bajo el emblema de renacer y sobrevivir mientras esperan a ser rescatados, y eso no resulta difícil. Ahora bien, cuando tal esperanza desaparece, cada miembro del grupo se acuerda de que vivir con el alma gastada es un drama conocido. De sus experiencias pasadas sacan fuerzas por pasar página y forjar algo que no tiene forma ni color, pues nadie se la dio aún. La isla les desnuda de cualquier cosa conocida y lo que es más importante, les desnuda de todo pecado. Cada cual dejó su locura en tierra y se convirtieron en iguales, ¿una segunda oportunidad quizá?.

Pero el grupo es nuevo y débil, vivir en la isla dota de ese espíritu de supervivencia colectivo pero también de las relaciones que conlleva tal empresa. Las maneras de ser, las opiniones y los intereses de cada cual se entremezclan en el grupo, llevándole a situaciones de crisis. Además, por su inexperiencia y su falta de tiempo y costumbre, goza de dos cabezas, Lock y Jack, fe y razón, la isla divina gobierna al grupo o es el grupo quien gobierna ese pedazo de tierra en medio del Pacífico. Entre tal encrucijada se debaten los miembros del grupo, que van eligiendo a uno u otro en esa búsqueda por encontrar un alma nueva y definirse al fin. Dos druidas enfrentados sin Dios definido, uno por falta de conocimiento y el otro por falta de fe. Y todo por decidir.

Pecados capitales para el interés colectivo que actúan como el peor enemigo de todos ellos, pues fuerzan a cada cual a velar por sus intereses anteponiendo los del grupo. En cada prueba refuerzan su anterior vida o por el contrario se sienten solidarios y acompañados, pensemos sino en la gula de Hugo, escondiendo la comida, sólo para él. En la pereza de Charlie, cuya droga y pereza por vivir casi le aleja del amor, cosa que nunca antes tuvo. En el trío amoroso de Jack, Sawyer y Kate o en la ira de Sayid. La isla es ese escenario primario donde las sensaciones y emociones que tienen son puras, libres de coacción, de prejuicios. En esta isla, si estás sólo es porque eres un loco para todo ser humano, eres mal puro y así te condenarás.

Éste es el purgatorio, un lugar en el que las fuerzas están en equilibrio pues sólo así un alma que vaga entre dos mundos puede elegir por uno u otro con libertad, con lo cual la balanza debe estar siempre equilibrada. Supuestamente hablamos del bien y el mal, pero ¿qué establece lo que es bien o mal? Ellos mismos como grupo marcan sus normas y el que las sigue actúa por el bien. Los “otros”, la dharma y todo aquello que se les va apareciendo en la isla, es el enemigo, pues es desconocido y no es de los suyos. El hecho de que les llamen los “otros” señala sin duda la existencia de un grupo que empieza a establecer sus criterios acerca de lo que es sagrado y debe cumplirse. En los “otros” encuentran a quienes se escapan de su normalidad, y por tanto pasan a ser foco de maldad. Conforme va evolucionando la historia dentro de la isla, se endurecen sus luchas internas pero también se fortalecen sus límites como grupo. Fijaos sino en como muestran los entierros de cada muerto. Muchos quizá ni sepan porque están presentes en el entierro, pero ahí están, por estar con el grupo, por no romper con lo sagrado, para que no le vuelvan a aislar. Lo que digo se puede extraer de las palabras que Ben le dedica a Locke cuando lo entierra en la isla.

Locke, el chamán de la fe ha muerto, pero el grupo continúa, y a pesar de tanta desventura acontecida en seis temporadas adquiere su madurez cuando empieza a desvelarse la historia ancestral de Jacob y “el monstruo” y en especial cuando muestran sus roles en una isla mágica. La propia balanza de sus miserias y virtudes se encuentra físicamente bajo sus pies. Un mito hecho realidad. Así Jack se olvida de toda lucha por desvelar la razón y encontrar la fe, y sólo cree en conseguir lo mejor para el grupo, pues él nada tiene por conseguir. Escogiendo la opción de suceder a Jacob pretende salvar la isla y conseguir que el resto empiece una vida renovada.

El grupo le sigue y sin razones evidentes desconfían del “monstruo” pues también es desconocido, como los otros, pero además es ancestral y poderoso, como el mismo diablo. Jacob en cambio representa al Dios que deja libertad pero castiga con puño de hierro, pero Dios al fin y al cabo, alguien conocido y seguido por todos, su norma es la de todos. Ese Dios ha muerto y necesita sucesor y cuando Sawyer comenta en tono irónico acerca de Jack lo siguiente: “…Y decía que no tenía complejo de Dios”; en realidad lo está vanagloriando como al nuevo Dios.

Creo que en ese preciso momento todos ellos se acaban definiendo como grupo y se apoyan en unas reglas que, justificadas o no, son las suyas y son sagradas. Ayudar a Jack a matar al “monstruo” y salvar la isla. Le demuestran a la isla que el colectivo funciona y se podría decir que se eleva a su estado máximo de perfección, encuentran la comunión total entre el individuo y el colectivo ya que salvan la isla y cada cual encuentra su lugar: Sayid se redime de su ira matándose por el grupo al igual que Charlie lo hizo en su momento, Ben es nombrado número dos y se redime de su obsesión por la isla, y uno tras otro van encontrando su lugar, como los que logran escapar. Lo que Jack ve en su muerte es el paraíso social y el Edén de su tribu.

La isla existe como un purgatorio metafórico ya que en tal escenario se debaten las opciones y definiciones de los protagonistas, pero también se presenta como un purgatorio real, pues estamos en una isla mágica que actúa de visagra entre el mundo divino y el terrenal. En este punto es donde Desmond encaja, una reliquia humana que encuentran en las entrañas de una misteriosa escotilla. Es el objeto sagrado de la isla y el médium del grupo, con él los dos mundos pueden entrar en contacto y por eso es consciente de ambas realidades, con él los dos mundos se pueden unir. Sólo él podía abrir el tapón.

En ese momento el humo negro o “monstruo” puede huir al mundo de los humanos, pero a su vez también se humaniza, con lo que puede morir. Una vez muerto sólo queda salvar a la isla y al mundo, el cosmos divino debe ser separado del terrenal o ambos se destruirán irremediablemente. Jack sacrifica su vida para cerrar dicha puerta, pues él no es como Desmond, pero tampoco como los demás, su pecado es irreparable, su padre no volverá. Sin saberlo, no sólo salva a la isla de los perdidos y los susurros, sino que la deja nuevamente en equilibrio, transformándose en humo negro.

Pero que más da, su alma estaba perfectamente ubicada, estaba con los suyos y ya sólo quedaba dejarse ir.

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