jueves, 8 de diciembre de 2011

Larga vida al dub


Hace ya demasiado tiempo que me siento como el turista que observa anonadado una reliquia histórica de cualquier país, pero sin comprender lo que ve. Cosa que me abruma.
Y es que generalmente tal reliquia genera bienestar y disfrute por su belleza, por su tamaño, por su ubicación, por lo que ésta representa… La admiración ante cualquier monumento histórico viene en parte por ese sentir de que uno es parte minúscula pero activa de su civilización y de que sus manos también colaboran para seguir girando el planeta. Admira la imagen que tiene ante sí y toma fotos de la misma para materializar un recuerdo más y así seguir construyendo el bagaje de su vida.
Las sabias civilizaciones dejan tras de si imágenes concretas y no vitrinas vacías. Imaginen lo que sería un museo con marcos sin pinturas y carteles sin letras. Esto es precisamente lo que nuestros dirigentes vienen practicando desde hace un tiempo, de ahí que observe anonadado tales reliquias sin comprender lo que veo.
Estamos cada vez más acostumbrados a un lenguaje burocrático de letreros vacíos y expresiones rimbombantes de rebuscado y trabajado continente pero sin apenas contenido. El lenguaje que utilizan las personas en sus relaciones e intercambios sigue cargado de jergas y gestos con significado, pero cuando estos intercambios se dan con el mundo institucional el individuo se siente completamente alienado, pues sólo escucha a una máquina con la que no hay interacción posible. Esa máquina le deja claro que no hay posibilidad de diálogo y que en definitiva las conclusiones de la conversación se extraerán de forma unilateral, con lo que el pobre individuo no tiene más que cruzarse de brazos y esperar a su suerte.

“La imagen de estas actuaciones musicales no coincide con la imagen que se quiere de Barcelona”. Frase que ha servido para erradicar toda actividad musical en el bar del Centre Cívic Parc Sandaru.
Se puede ver como esta frase carece por completo de significado alguno, estamos en efecto ante ese marco sin pintura. ¿La imagen de qué, de quién, para qué o para quiénes? No se sabe, te lo tienes que imaginar tú, pero en definitiva sólo lo harás a modo de pasatiempo ya que la solución final la pondrán ellos y tan sólo te quedará, pues eso, cruzarte de brazos y esperar a tu suerte. Parece mentira como gente erudita de corbata (cosa que pongo en duda) es capaz de hablar y razonar tanto sin contenido alguno. Una imagen señores míos debe ser de algo en concreto: la imagen de un árbol, de un rayo, de un coche…la imagen de alguien que sufre o ríe (véase un simple emoticono)…la imagen de un país desolado o del skyline de Nueva York. Pero la imagen de la nada no ha habido filósofo, pintor, escritor o músico que haya sabido transmitirla. Sencillamente porque no existe.
Cualquier artista se esfuerza sobremanera por hacernos llegar las imágenes que representan sus vivencias y experiencias o bien sus ficciones y deseos, pero claro está, los artistas comen de eso (siempre que ustedes les dejen). En cambio quiénes dirigen nuestras instituciones no se esfuerzan lo más mínimo por clarificar tales imágenes, más bien al contrario, desvirtúan el discurso más y más e ignoran de forma voluntaria el conflicto que eso genera en la gente. Es cierto, ellos no comen de eso, precisamente de lo que comen es del indómito océano de leyes cuyas olas van y vienen según los caprichos de cualquier tormenta de dinero.
Estamos pues ante un conflicto de diferentes lenguajes entre el que da argumentos vacíos y el que no puede satisfacer sus necesidades ante tanta vacuidad. Pero eso no es lo más grave, el mayor agravio viene cuando tales argumentos sirven para hacer y deshacer a su antojo la vida de los demás.
Bajo el amparo de sus leyes, o mejor dicho, de sus arbitrarias interpretaciones de nuestras leyes, todo queda justificado. La política se ha mal acostumbrado a utilizar y manipular la ley de todos para fines propios. El objetivo ya no es salvaguardar los derechos de la mayoría pero ustedes tranquilos que no hay descontento social.
No olvidemos que las leyes representan el sentir de una sociedad, sus valores, sus creencias y toda su historia. Representan pues categorías puras de lo que podríamos llamar el sentido común social. Un crimen no es penado sólo porque una ley así lo exprese, es penado porque es de recibo para la sociedad que lo sea, es penado porque se ha faltado a la moral común y debe restablecerse. Ahora bien, es realmente complicado, por no decir imposible trasladar el sentir de cada individuo a una fórmula general en la que tengamos cabida sin excepciones, de ahí que las leyes resulten contradictorias en múltiples ocasiones y no satisfagan a todo el mundo.
Gran parte de nuestras leyes provienen del derecho romano, pues es difícil traducir mejor en texto legislativo nuestra historia común, con la de particularidades que ésta tiene. Por esta razón no le pido al político que diseñe leyes perfectas, pero si le pido que haga un esfuerzo mayor por explicárselas al ciudadano. Como el buen pintor o el buen músico, el buen político debe esforzarse por hacer llegar, mediante imágenes claras, el sentido común de nuestras sociedades.
Sabedores del conflicto inherente a cualquier legislación, sabedores que las leyes se componen de categorías sociales puras y abstractas que provienen de la acumulación de años y años de reproducción social, sabedores de que el pueblo necesita respuesta a sus necesidades, deberían no entorpecer más la situación con sus discursos de corbata que tan sólo valen para adornar más si cabe sus trajes de clase privilegiada.
“La imagen de estas actuaciones musicales no coincide con la imagen que se quiere de Barcelona”. Esta frase no puede servir para prohibir nada, pues nada explica. Es un bonito encadenado de palabras sin contenido alguno, con lo que no tiene alegación posible. Repito, ¿en qué imagen están pensando? ¿En qué ley concreta están pensando? ¿Dónde se especifica la prohibición de llevar rastas y de tocar música underground? Ahora ya nos metemos en un terreno pantanoso, ese que ustedes no pisan. Saben que va en contra de principios fundamentales de tolerancia y sentido común. Algo que no practican, ni falta que hace decirlo.
¿Por qué no prohíben ustedes el Primavera Sound o El Sonar? La masa de gente saliendo de tales eventos brinda una imagen bien clara, para mi gusto más parecida a una película de zombis de Romero que a la imagen que se quiere de Barcelona (que aún no se cual es) Dejemos ya la hipocresía, todo el secreto está en que da mucha, mucha, mucha pasta; y claro está porque tales promotoras te pueden desanudar la corbata.
La cultura es aquello que da sentido y valor a nuestras necesidades humanas y al trato entre las personas, por ello no se puede borrar de un plumazo una expresión artística de tanto nivel como el ofrecido en las dub session’s del Parc Sandaru. Pero claro, son manifestaciones culturales alejadas de lo que más aman, la rueda del capital. Un artista no tiene cabida en nuestra ciudad si no da pasta y mueve gente de bien (los de la corbata y la cola de zorro al cuello) y a la SGAE me remito.
En estos tiempos tan difíciles, sólo para muchos, podrían aplicar un poco de mano izquierda y permitir a la gente disfrutar de algo en la vida, como la buena música. Aquella que te hace sonreír y disfrutar, aquella que expresa el mundo de forma que significa algo para el que lo escucha, aquella que se esfuerza por traducirnos la vida y sus infinitos componentes, aquella que nos hace sentir pequeños pero útiles a la vez, como las pirámides de Egipto al turista que las contempla.
Menos imagen vacía y más realidad. Suelten a ratos la corbata y bajen a galeras, podrán tener así una idea de lo que es eso. Además así se sorprenderán por recordar que un día también remaron y de que entre todos pensamos ese texto del que se creen dueños y señores.
Bajen a remar y abandonen el Liceo, pues también yo lo quiero disfrutar, y fotografíen mi aplauso a quién, con sumo placer y lejos de pedirme más tiempo y dinero, me hace reír o llorar, pues su arte es parte de mi vida. Con sólo esa imagen aprenderán mucho más que con mil palabras de las suyas.

Dedicado a Gerard, Lluis y Ester por su buen hacer.

martes, 25 de octubre de 2011

El mundo nunca es suficiente

Un martillazo en la sien me despierta nuevamente. Acto seguido desprendo de mis labios el balbuceo habitual: Déjenme en paz. Me dejo arrastrar los pies hasta el aseo sin pensamiento alguno y un automatismo involuntario enciende primero la radio y abre la ducha después. Otro automatismo frota mi cuerpo mientras el insípido hilo musical narra las más que sabidas noticias del día: eminencias pintadas de rojo reclaman dicho color para arreglar el mundo mientras otras eminencias pintadas de azul hacen lo propio. Ambos bandos utilizan un idéntico lenguaje para discutir acerca de la nada, absurdos circunloquios adornados por frecuentes cuñas radiofónicas dirigidas a un mismo punto: crecer, crecer, crecer, crecer… Me miro al espejo y sólo veo dos grandes ojeras que resoplan. Crecer, crecer, crecer, crecer… Hoy es mi primer día de recorte salarial, no quiero crecer más. En el autobús de camino al trabajo intento echar una cabezadita pero el chirriante griterío de unos escolares no me lo permite. Soy pues forzado a pensar en otro día de obtusa burocracia e ineptitud institucional y así lo confirman los titulares matutinos de los demás viajeros, cuya prensa roja o azul cacarea la jerga universal de nuestras vidas. Pienso en ellos y en mi mismo como hormonas de crecimiento de este infame organismo en que vivimos. Nadie parará jamás ese interminable mercancías transiberiano con un solo vagón para la privilegiada tripulación. Su constante y mezquino traqueteo acalla a los pájaros, ennegrece la nieve y vacía la conciencia de quien lo ve pasar. En el calor del cálido vagón, espectrales rostros se ríen del frío ajeno. Es la tripulación compuesta por unos pocos seres amorfos y sin nombre cuyas carcajadas drenan nuestros cuerpos. Necesito un día de furia para eliminar a algún miembro de esa escasa pero poderosa tripulación, pero es inútil, a los seres huecos no nos queda furia. Y al final del día más de lo mismo. Enciendo el televisor y me dejo caer en el sofá. Hoy toca “El mundo nunca es suficiente”. Así lo dice James Bond, esa es la vacuidad de nuestro tiempo, pero tan sutil y peligrosa que ya no nos provoca ni horror. Al escucharse de fondo “un martini con vodka agitado pero no mezclado” ya sé que esta noche volveré a desconectarme en el sofá, aletargada espera de un último martillazo en la sien que acabe de desangrar mi alma, si es que me queda algo como eso.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Historia de una terna truncada


El ser humano tradicionalmente ha utilizado etiquetas para clasificarse y concebirse de una forma u otra. Cada cual va colgando de su solapa chapas y pines en función de lo que quiere expresarle al mundo que le rodea. Los gustos, preferencias y demás facetas de nuestra personalidad se ven en parte recogidas en nuestra afición por coleccionar retales de nuestra existencia o al menos de cómo la queremos mostrar a todas las demás miradas, fijas en nosotros, o así lo creemos.
Durante los años de estudios, más corto o más largo, nos colgamos alguna de esas chapas que sin duda tendrán un importante efecto en nuestra vida. El buen estudioso patoso y el manitas que no sabe como aguantar un lápiz. Es evidente que tales calificaciones no son ni muchos menos estancas pero reconocerán que facilitan las referencias que de los demás establecemos.
Así pues, otra de las chapas estrella es la devoción que el buen estudioso patoso pueda tener por las letras o por las ciencias, uno será escritor (siempre que tenga una herencia de la que vivir) y el otro investigará células madre (siempre que tenga una herencia de la que vivir). No obstante, gracias a que nuestras clasificaciones sirven de referencia pero no son algo estanco, no podemos sólo alimentarnos con sopas de letras o sólo discernir entre lo falso y lo verdadero a base de 0 y 1 como hacen las máquinas. Nos alejamos ya de las máquinas que bastante copan nuestras vidas y en lugar de funcionar con el 0 y el 1, utilizaremos el 1,2,3.
En efecto, las ternas son uno de los símbolos más preciados de nuestras culturas. Pensad en la cantidad de ternas que existen en las fábulas, leyendas, historias y tradiciones, y que de una forma u otra otorgan validez a nuestros significados: los tres cerditos, los tres mosqueteros, la santísima trinidad; el cielo, el infierno y el purgatorio; y muchos otros fenómenos que se van sucediendo de tres en tres, eso es, la muerte de un tercer famoso en pocos días.
La terna también nos sirve para purificar nuestra alma o para cambiar el estado de nuestro espíritu, y a tal terna me acogeré para intentar hablar de lo que está sucediendo en Oriente. Un pueblo que busca su terna de purificación, cuyo proceso, de una forma u otra, siempre se ve truncado, con los peligros que eso conlleva.

Van Gennep se acogió a las ternas para describir el proceso por el cual las personas y en su conjunto las sociedades cambian sus realidades morales, espirituales y/o sociales: Los ritos de paso, tres lugares necesarios para que nuestras transformaciones no tengan un producto final traumático: separación, transición y reincorporación. Todos en alguna ocasión hemos tenido opción de experimentar tales fases: los viajes, el matrimonio, las nuevas aventuras, los cambios de proyecto, una borrachera e incluso la muerte. Alejarse, embriagarse y volver a la realidad; eso pretende el pueblo libio (y Egipcio y …en general todo pueblo oprimido).

La primera fase, separación, aquélla en la que empiezan a creer que necesitan un cambio, pues su vida, de tan desesperada, ya no tiene significado alguno. Las revoluciones empiezan con los estómagos vacíos (eso decía Napoleón) y gran parte del pueblo Islámico no sólo tiene vacío el estómago, también se les empieza a vaciar el alma. La velocidad con la que se mueve el mundo y las pocas fronteras físicas que en él quedan, han ido llenando gota a gota el cuenco de sus desesperanzas. Sus verdades, sus leyes y los preceptos religiosos que han regido sus vidas se han convertido en piedra hueca.
Dictadores sin escrúpulos y licenciados de la crápula, por orden del mayor de todos, el siempre interesado primer mundo, han mandado erigir, con las manos del sirviente, la prisión donde este dormirá. La censura, la propaganda dirigida y la manipulación de los aparatos de su poder se han encargado de forrar las paredes entre rejas de verde esperanza.
Pero hemos fabricado un mundo tan líquido que las verdades ya se filtran entre los barrotes, y así va escapando la pintura verde esperanza de prisión, gran parte del pueblo islámico ha empezado a ver la realidad más allá de la ficción de un póster. Donde antes veía con claridad un oasis prometido ahora empieza a ver tan sólo un sórdido muro de ladrillos.
El berrido de los camellos no ha sido en vano y se ha ido extendiendo a lo largo y ancho del desierto (por facebook, twiter y en general la inmensa red telemática tan difícil de controlar), cuyos pueblos se han unido para berrear también por sus derechos, el primero y fundamental, que dejen de engañarle; el segundo, comer y vivir decentemente; y el tercero, reencontrar sus auténticas verdades.
La primera fase del rito de paso extendido por los países que tanto hemos visto en los titulares de actualidad. ¡Ay Dios mío, como está el mundo, que está pasando en Oriente!!!??. Nada malo, algo natural, algo humano… se alejan, abandonan su mundo pues ya no creen en él, son conscientes de que su pueblo debe ser purificado y para ello no pueden seguir embobados ante los finos retratos del crápula. Los cantos de sirena parecen haber perdido su magia en el sur del Mediterráneo, eso es algo para celebrar.

Y así nos adentramos en la segunda fase del rito, la transición, la fase liminar. Bajo mi entender se trata de una fase sorprendente ya que nos muestra esa partícula indivisible que todos llevamos.
Toda materia está formada por partículas irreductibles llamadas átomos y a partir de su combinación se van generando los diferentes seres y materiales. El ser humano como ente de este mundo también está compuesto de tales átomos, pero su dualidad nos muestra otro componente indivisible, aquél que no forma parte de su carne pero sí de su condición social. Todo ser humano lleva una partícula indivisible y originaria, que algunos calificaron como maná, otros alma, otros espíritu…, en definitiva es su primaria atención por el prójimo lo que le caracteriza. Pura esencia social, sin forma ni color que aguarda a ser recubierta de nuestras vivencias, creencias y entorno cultural. Pura entropía de la que surgirán nuestras formas sociales conocidas.
Como decíamos, la fase liminar, la segunda del rito de paso, nos traslada a un estado de entropía. Como si estuviéramos embriagados, nuestra razón, nuestras normas sociales, nuestras verdades y todo lo conocido se disipa como la gaseosa. Somos devueltos a un estado primario de sociedad sin forma, en el que todos volvemos a ser iguales, sin distinciones, sin chapas en la solapa, sólo humanos, sólo seres sociales.
Evoquen cualquier imagen de la plaza Tahrir en el Cairo, todos a una vitoreando, esperando, pernoctando y haciendo cualquier cosa pero a su vez sin hacer nada, tan sólo juntándose, tan sólo alimentándose de maná, del colectivo. Las diferencias entre ellos dejan de existir, incluso pudimos apreciar como se juntaban hombre y mujeres, cosa muy poco común en el Islam. Así pues ya no hay clases, ni razas, ni religiones, tan sólo una verdad: que estaban juntos, así es, naturaleza colectiva de la verdad. Momentos pues de pura entropía colectiva, donde la masa deja de pensar según sus referentes pues ya se alejó de ellos.
Por eso el pueblo es tan peligroso si así se lo propone. En el momento en que decide pasar el umbral de lo terrenal y adentrarse en el paraíso colectivo, nada le puede frenar. Como si de hordas de zombis se tratara usará la fuerza del número, la fuerza del todos a una. Da igual cuanto corras, cuanto discurras y las trabas que le pongas, siempre te atrapará, pues tal estado le otorga una naturaleza inagotable. Ya no alberga razón, sus recuerdos son demasiado vagos como para fijarle una moral, puro trance y frenesí colectivo. Las cruentas jacqueries no son sólo producto del intelecto, ni la moral, ni la valentía campesina, si Francia se llenó de cabezas reales fue en gran parte por el trance liminar. Estado liminar fascinante y peligroso a su vez, ya lo vio Mubarak que el primer día amenazó, el segundo matizó y al tercero se retiró.
Exactamente lo mismo está sucediendo en Libia (y otros países de la zona), que bajo la sorpresiva mirada del crápula, se fueron haciendo con el control de las ciudades. En este caso, el crápula, optó por usar la fuerza bruta y por refugiarse en su nido de mercenarios. También es cierto que en este caso, la capacidad del pueblo ha ido mermando por su falta de medios, pero a pesar de que Gadafi se hubiera hecho de nuevo con el control, estarán de acuerdo conmigo, que dirigir tal país ya no le habría sido tan fácil. Engañar nuevamente al que ha saboreado las delicias liminares es mucho más complicado, y si el zombi ha comprobado su poder, lo dicho…antes o después te atrapará.

Parece que el pueblo islámico pueda por fin vivir una revolución. Su revolución, esa que a Occidente le aterra tanto. Entramos en la tercera fase, la reincorporación.
Tras la tempestad viene la calma, atravesando la última puerta espera la renovación buscada. Nuevos significados están por venir, poco a poco el colectivo irá encajando su nuevo rumbo y se afianzarán nuevas verdades. Una nueva moral para todos. El zombi recobra su conciencia y sus recuerdos ya purificados. Deja de ser zombi, vuelve a ser persona, es tiempo de un nuevo estado, una vida renovada.
Ahora bien, en este proceso siempre está presente el interventor de turno, Occidente. Mira con recelo lo que sucede y alza voces de alerta contra el integrismo y el fundamentalismo. Veremos si los aliados son por fin eso, aliados, que ayudan pero no intervienen ni meten cucharada. Por una vez aprendamos de la historia y dejemos al pueblo islámico fabricar su revolución.
Personalmente me niego a creer que el Islam sea fundamentalista en esencia. Claro que tienen una visión diferente del mundo y claro que sus estructuras sociales son diferentes a las nuestras, pero eso no es integrismo. Precisamente éste bien pudiera ser una consecuencia del intervencionismo occidental. Aceptemos que el mundo es diferente y lejos de ansiar una única ley global comprendamos y compartamos diferentes leyes. Si una vez más la voracidad capitalista vuelve a interrumpir el proceso de purificación islámico, una vez más volveremos a estar frente a dos estados mal separados y definidos. Eso significa que la nueva vida seguirá mezclada del frenesí liminar y de ahí nada bueno puede surgir. La nueva sociedad albergará un cáncer endémico que irá trasladando en sus genes, la nueva vida transcurrirá con repetidos sucesos de entropía (Afganistán, Irak, tantos países en África y América), eso sí puede ser integrismo.

Por tanto, letras y números se entremezclan para ayudarnos a decorar nuestra morada de significados. Todo aquello con lo que nuestro espíritu se materializa está lleno de la simbología del lenguaje y los números. Bajo argumentos como este, alguien de letras como yo se ha acogido a los números para tratar de entender, en su forma más básica, lo que ya es ininteligible de tan enmadejado. Es un primer paso.
Dejemos a un lado nuestros egoístas intereses si es que queremos definitivamente un mundo mejor. Ha llegado la hora de confiar en otros pueblos y aceptar el derecho que tienen a revolucionarse por aquello en lo que creen, pues una vez dado el paso, nunca aceptará verdades idénticas a las que en su día abandonaron con gran esfuerzo. Dejemos a cada cual la oportunidad de poder elegir y vivir bajo sus propias ternas. As-salaam-alaykum.

martes, 25 de enero de 2011

2011. Se prohibe felicitar el año


Los Reyes Magos partieron hace casi un mes y suponemos que en circunstancias normales habrían llegado ya a su lugar de origen, ese lejano Oriente que, efectivamente, cada vez es más lejano e inhóspito. No habrán podido evitar pararse por cada territorio a su paso para contemplar, con inusual asombro en un Rey Mago, el sufrimiento con el que la gente convive. Enumerar la cantidad de eventos con los que se habrán encontrado coparía la extensión de este escrito, y en realidad, sólo hace falta pensar un país (Túnez, Egipto, Irak, Afganistán, Rusia…y demás continentes) y pensar un derecho universal para encontrar las causas que tanto han asombrado a nuestros queridos Reyes Magos. Pensaban ellos que repartían ilusión y sólo dejar los paquetes sus camellos doblaron la rodilla en señal de protesta. Me encanta saber que alguien se sigue asombrando y se niega a seguir viajando.
Recuerdo mis años de infancia en que me esforzaba por estar apuntado en el libro verde de Los Reyes, señal inequívoca de que me había comportado bien y por ello aguardaba un premio una vez pasado el año. El buen comportamiento no debe centrarse sólo en el incentivo, pero está claro que ayuda. Tan añorada costumbre parece estar cayendo en el olvido, exactamente igual que ese lejano Oriente. Quién sabe si no llegará también el día en el que nuestras queridas Majestades se olviden de visitarnos, o quizá dejen de ser Magos y en lugar de repartir ilusión, repartan fardos de billetes y bienes tan etéreos y volátiles como las bolsas financieras. No eso no, quiero seguir creyendo en Los Reyes.
Costumbres que no se debieran perder pero se pierden, y es que la velocidad con la que vuela o se desploma el IBEX no deja lugar para el asentamiento de las ideas, de los actos y por tanto para que las gentes sientan y participen de sus costumbres. La sociedad líquida no acepta la costumbre como tampoco Oriente acepta un tranquilo viaje en camello.
Malinowski creía que las reglas del derecho eran una categoría bien definida dentro del cuerpo de las costumbres, pero sólo se puede aplicar a las gentes sencillas, cuyo poder se repartía entre las familias del pueblo o tribu. Tal concepción de la ley ya no tiene cabida en nuestra actualidad, nuestras costumbres ya no tienen cuerpo. Más bien son fabricadas como un producto, y las leyes se hacen al punto, vuelta y vuelta. Ya no existe el incentivo social para obrar mejor o peor, sólo existe el castigo. Nuestros Estados se han acostumbrado demasiado al control y nosotros a la obediencia.
El ingenio de todo ideólogo langostinero consiste en prohibir, prohibir y prohibir; recortar, recortar y recortar. Nuestra democracia no permite la legislación bajo la mirada del pueblo, y la actividad pública ya no marca directrices, más bien son las directrices de los dirigentes las que obligan al pobre ramado de ovejas a seguir un camino. Un peregrinaje a la Meca del Dólar, pero aquí todos somos Moisés, todos nos quedamos en el camino y sólo unos pocos disfrutan del paraíso fiscal.
Ya no somos conscientes de la cantidad de prohibiciones que regulan nuestras vidas y tampoco somos conscientes de que todas ellas tienen un denominador común: la pela. Las leyes modernas son abusivas no sólo en cuanto a la estupidez de muchas de ellas sino al desfase existente en las cuantías a pagar. Sinceramente, me parece un escándalo pagar mil euros de multa por mear, fumar, escupir, enseñar el pezón o llamarle tonto a alguien. Sobre todo cuando veo a Il Cavaliere pasearse con sus putones arriba y abajo sin sanción ninguna, sobre todo cuando descubro que la defensora del pueblo (JA!) cobra 110.000 euros, sobre todo cuando no paro de conocer dirigentes que llevan treinta o cuarenta años explotando a su pueblo, sobre todo cuando no soy capaz de asimilar el enorme listado de genios y genialidades cuyos reyes magos son la avaricia, la mentira y la explotación.
No puedo rebatir que fumar en un lugar público sea una tocada de gaita para el que no fuma y tampoco puedo rebatir que mear en la calle sea una marranada. Pero sí puedo rebatir que cuando yo respiro sea un delito y cuando el FMI aleja a Oriente sea por el bien social. Digamos que perder el tiempo dialogando sobre la Ley de Transparencia es lo mismo que si intento perder el tiempo haciéndome invisible mientras meo.
Los Reyes Magos se preguntan por nuestras democracias, cuya información reside secuestrada bajo las faldas de algún putón o en las tripas de algún caimán. Dicen que hay una isla llena de caimanes, pudiera ser pues.
Podía creer también que dicha información se encontraba perdida en la red y mi esperanza era poder descargarla del emule, pero la ley Sinde me ha quitado esa idea de la cabeza. La cultura debe ser de pago, única forma de asegurarse de que la información también sea de pago, y ¿quién puede pagarla?, sólo aquél que la tiene. Ya sé que suena estúpido y redundante, pero así es nuestra democracia, estúpida y redundante, hay camellos que se dieron cuenta y dejaron de caminar, nosotros en cambio, seguimos quemándonos los pies con la arena del desierto.

Eso sí, a pesar de que nuestros actos estén regulados a base de prohibiciones y recortes, se apela a la solidaridad como sentimiento colectivo para salir de la crisis. Múlteme usted si quiere señor guardia pero yo me cago aquí mismo en la crisis. Le diría a ese percebe amorfo de la Nissan, Prisa, SEAT y/o Banco de Santander que la solidaridad colectiva como ustedes la entienden no existe. Puede existir mi solidaridad particular y altruista por cualquier causa, pero no la colectiva y social. Ésta siempre ha funcionado por un intercambio de intereses. Es decir, no se trabaja más por nada, no se aprieta uno el cinturón por nada, siempre se espera algo a cambio: un incentivo, un aplauso, un reconocimiento al esfuerzo, al arte y al ingenio. A eso se le llama reciprocidad de intereses, pero al percebe amorfo eso de la reciprocidad le viene grande.
Pues eso, los percebes amorfos no piensan igual, anidan en la valiosa piel del caimán y entre el polvo lujurioso y la gula de poder, aplauden a su antojo sin fijarse en el esfuerzo, el arte o el ingenio, anhelando más polvos lujuriosos y copiosas comilonas de poder.
Los mercados, esos percebes amorfos que nadie sabe donde se ocultan (“De dónde vienen los monstruos”), nadie sabe su forma ni su aspecto, son lo más parecido a los “señores Jack” de Neil Gaiman, asesinos despiadados que olfatean la carne de un niño, no sabemos si para comérsela o para especular con ella, como ya han hecho con el trigo. Pero no se preocupen, otro tijeretazo, arránquenme otro trozo de carne (si queda) que la causa es buena: aplacar a los mercados. Pobrecitos, sufren si se alteran.
Llegará el día en que no sólo el granjero sufrirá para comprar trigo. Nosotros no podremos comprar la luz del sol, porque no lo dudes, llegará el día (si lo puedes pagar claro) en que cada fotón de luz será cuantificable, valorable y materia de inversión y especulación. Pero nuestra democracia podrá con eso y mucho más, nuestra solidaridad aplacará la ira de los señores Jack o percebes amorfos, según prefieras. Además, pronto nos acostumbraremos (ley laboral y de pensiones) a trabajar desde el ataúd. Un ataúd y un portátil conectado con la sede de los señores Jack, allí mismo, donde habitan los caimanes.
Il Cavaliere también es amigo de los percebes, porque controla bien el poder, encamina adecuadamente la información al portátil y en definitiva alimenta a los caimanes, para deleite de los percebes que siguen jodiendo y fagocitando poder. Il Cavaliere controla la información, sólo tiene que crear un buen slogan, sin significado pero entretenido para distraer la atención del pobre ramado de ovejas. Pues lo principal es que siga siendo un ramado. Supongo que por eso el puede comprar putones (múlteme señor guardia por el taco) y yo no puedo fumar a la puerta de un colegio, mear si me revienta la vejiga o lucir mi cuerpo serrano una buena tarde de sol.

Por todo esto y mucho más la noche de Reyes lo dejé todo a un lado, me senté ilusionado con Sus Majestades, charlamos y hasta nos fumamos un puro. Compartimos la ilusión de todos los niños que ya dormían. No se preocupen, les advertí de que no regalaran pelotas, pues ahora en las ciudades está prohibido jugar a pelota en las plazas.
Recuerdo el desasosiego de los camellos al escucharme.