lunes, 6 de septiembre de 2010

LA VUELTA AL COLE, El Corte Inglés dixit


Una vez transcurrida gran parte de las vacaciones, justo cuando mente y cuerpo casi tocan ese glorioso cántico de mens sana in corpore sano es precisamente cuando uno se da cuenta de que lo máximo que llegará a tocar, y por ello deberá sentirse afortunado, es ese no tan glorioso cántico de mens sana in corpore tullido.
Recuerdo mis años en la escuela, en el instituto, en la facultad y también los años actuales en los que me gano la ración de pan, (y por ello deberé sentirme afortunado), en los cuales, sin excepción que recuerde, por allá los últimos diez días de agosto, una característica sensación se apodera de mi. Unos lo llaman depresión post-vacacional pero yo prefiero llamarlo la naturalización de nuestros cuerpos tullidos, pues eso de depresión me suena a la enfermedad de cada cual y prefiero pensar que el fin de las vacaciones es algo que nos afecta a la gran mayoría.
Alguien pudiera pensar que soy de visión pesimista, pues diez días es todavía un margen amplio para seguir disfrutando, y cierto es. No obstante, a pesar de mis intentos por evadirme de ese verano que empieza a palidecer, en algún momento u otro pescaba un legendario anuncio que se empeñaba en convencerme de lo contrario: El Corte Inglés y la vuelta al cole. ¿Alguien se acuerda de cuando empezaba tal eminencia británica a soplarnos el fin de las vacaciones? Pues eso, un 20 de agosto.
El Corte Inglés y el Carrefour copaban pues los sermones del buen hábito pero con el pasar de los años y las diferentes etapas se fueron añadiendo a tan tortuosa disciplina otros muchos negocios, hasta el punto de que hoy día es del todo imposible no cruzarse con catálogos del Media Markt, Pc City, Decathlon, Abacus, la óptica cual y la zapatería pascual (y la hamburguesa del nuevo curso!) Y eso por no mencionar a los medios informativos que sistemáticamente, y casi con calcadas noticias año tras año, nos recuerda que la última sombrilla está a punto de cerrarse.
Toda esta campaña utiliza siempre amables frases (en las que figura la terminología jovial de: cole, tus estudios, nuevo curso….) y llenas de energía cuya misión parece la de alentar al conjunto de individuos en su vuelta a la rutina, y en efecto, poco a poco van despertando así la conciencia colectiva de esa vuelta al cole. Aunque de todo esto se desprende cierto tufillo a encandilamiento, para empezar porque las rutinas de cada adulto poco tienen que ver con la ilusión de un primer día en la clase con tus compis, donde la única responsabilidad, es aguantar el bocata con una mano y parar con la otra ese penalti injusto que decretó el mafioso de la clase.
Tras cada eslogan de preparación para el nuevo curso en realidad se esconde el más importante engranaje de nuestro sistema social, el consumo. Parece que uno no pueda aprender sin una mochila nueva (y siempre con ruedas), zapatillas nuevas, chándal nuevo, ordenador nuevo, gafas nuevas, libros nuevos (la mitad de los cuales nunca se acaban y cada septiembre forman ya parte del polvo olvidado), estuche nuevo (roto al tercer día), cazadora nueva, muebles nuevos, tele nueva, móvil nuevo (que sea touch por dios) y un largo etcétera de todo nuevo. Algunos de estos productos (que no todos) pueden ser necesarios, en especial para los niños en edad de crecimiento, pero no para el adulto que tras ese largo etcétera no busca sino llenar ese vacío que a uno le causa ver la arena de la playa mojada, fría y solitaria.
Cuando el curso llega a su fin, uno siente más que nunca lo de mens sana (o ya no tanto) in corpore tullido y en lo único que piensa es en una conveniente desconexión que funcione a modo de lavativa, pues el intenso ciclo productivo que marca nuestro mundo de consumo así lo requiere, en caso contrario nuestros tullidos cuerpos estarían directamente muertos, y eso tampoco conviene, pues un cuerpo inerte no puede comprar (tiempo al tiempo).
Una vez llegado el presente curso la sociedad de consumo nos recuerda, como siempre hace, que ha llegado el momento de renovar nuestras ilusiones. Si en algo se caracterizan nuestras sociedades es en la inmediatez y la enorme variabilidad de nuestras opciones, en continua búsqueda de un concepto prometido que nunca llega, la felicidad. Así pues, la mochila del año pasado es vieja y no tiene ruedas, con lo que si quieres seguir en esa búsqueda debes adquirir una nueva. Pensad sino en las colecciones que tan esplendorosamente se anuncian en septiembre y tan cansinamente desaparecen de nuestros kioscos no empezado aún el mes de octubre.
Cada nuevo ciclo todos buscamos una renovación de hábitos, ideales, formaciones, profesiones e ilusiones, pero sólo unos pocos consiguen de verdad dicho cambio, no obstante ni nosotros cesamos en la búsqueda ni cesan los quioscos en ofrecernos coleccionables que jamás terminaremos, eso sí, por el hecho de requerir una perseverancia, resulta un reclamo de lo más apropiado para colaborar en nuestra reubicación y aceptación del rol que nos toca, que no es otro que destrozar nuestros cuerpos produciendo y liberar nuestras mentes comprando.

Nuestras sociedades de consumo funcionan pues, en términos generales, como el propio curso escolar, y tal como las energías de un niño se renuevan a cada recreo, también las nuestras se renuevan cada final de agosto. Hastiados al final de cada temporada pasamos por el periodo vacacional con el letargo propio de las marmotas y nuestro consumo (que nunca para) se centra entonces en comer bien, dormir bien y en casos excepcionales bien leer. Asimismo la tele, la radio, la prensa, la liga, las series, los políticos, los proyectos y las ilusiones se recogen en la madriguera, dejando viejo todo aquello pasado, aunque aún sirva, pues debe ser renovado nuevamente con el final de tan apacible letargo. Nueva actualidad, nuevos productos, nuevas compras y una nueva búsqueda.

Nadie debe tener miedo a quedarse dormido, El Corte Inglés aguarda pacientemente a la salida de nuestros refugios y cada 20 de agosto picará nuestra puerta, y como ese comercial pesado al que no abres la primera vez, tarde o temprano te hará sacar tu lindo hocico de la madriguera.

2 comentarios:

  1. Sí, ese Corte siempre marcando el calendario de tantas otras cosas más.
    Nos están convirtiendo (niñ@s incluido) en ordenadores dispuestos a reiniciarse cada X tiempo para actualizarnos ya sea final de año, final de verano o vete a saber tú qué otro final inventado. Actualizaciones que en realidad no son necesarias. Al final no sabremos ni lo que realmente necesitaremos. O bueno, sí: hacerse con la primera entrega de todos los coleccionables de finales de agosto para poder ser una persona renovada.

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  2. A mí, reflexiones tan crudas y certeras sobre nuestra sociedad y nuestro consumismo me deprimen. Qué puedo hacer, doctor? Lo digo muy en serio. Qué-puedo-hacer???

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